lunes, 10 de noviembre de 2008

Santo Domingo

La Plaza de Santo Domingo es el lugar que más aprecio de Murcia. Siempre que tengo ocasión, paso por ella, me siento en un banco y disfruto de unos minutos de ajetreo urbano. Esta bella plaza nos ofrece un ambiente exquisito; es rara la vez en que no hay alguien exponiendo arte a cambio de la voluntad.
Esta tarde, debajo del Arco de Santo Domingo, he charlado con dos artistas. Un hombre y una mujer, ambos rumanos. Músicos callejeros. Mientras la mujer conversa conmigo fluidamente, él enciende un cigarrillo y escucha atento las palabras de su compañera.
Ella toca el violín, él el acordeón. Llevan tocando en las calles de Murcia desde hace seis años. Él es asiduo en la plaza, ella cambia de lugar a menudo. A veces tocan juntos. Las propinas no abundan en tiempos de vacas flacas, es un mal momento para ellos. "No espero hacerme rica", comenta la mujer. "La gente no tiene ni para comer bien, ni para hacer salidas ni para nada".
Tangos, vals, canciones folclóricas de Rumania, música clásica... El repertorio es amplio, son músicos profesionales. En su país estudiaron en una buena escuela de música, ella tiene la carrera y él se quedó a mitad de sus estudios de piano. Pero pese a su talento y a su formación, tocan en la calle ante un público que viene, va y, de vez en cuando, se digna a echar una moneda en la cajita que custodian bajo sus pies. "Lo llevamos bastante mal, pero hay que seguir adelante".


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente, Sergio, excelente. Me da algo que pensar el uso de la cámara oculta. Sin que peligre tu vida (ya me entiendes), quizá debas optar por darte a conocer como periodista de la calle, alguien que les respeta, pero que va a publicar su historia.

¡Este blog promete!

Alicia Tortosa dijo...

Impresionante tu artículo, Sergio.
Enhorabuena

Anónimo dijo...

En la Avenida Maissonave de Alicante hay una pareja de músicos. Tocan el violín y el violonchelo con una habilidad inaudita: después de escucharlos pesan durante horas en la retina del oído. No se si te ocurrirá también, pero en esas manos las melodías de Bach o Paganini me suenan tristemente a óxido.
Es una locura que el talento se esté rompiendo de esa manera, en un nefasto vaciarse entre las gorras y los céntimos.

Buena entrada, tu sensibilidad es innegable

Un saludo,

Esteban